En esta serie de nuevas entradas del blog, quiero hablar de Strategic Complex Design (SCD) y su relación a la hora de abordar problemas complejos.
En la entrada anterior a este post, hablaba sobre el pensamiento categórico, que es particularmente útil para simplificar la realidad y tomar decisiones rápidas, pero puede ser limitante al abordar problemas complejos. Al encasillar la información en categorías predefinidas, este tipo de pensamiento dificulta la percepción de matices, la adaptación a nuevas perspectivas y la generación de soluciones creativas.
En este post, pretendo hablar de un pensamiento flexible, como lo es el pensamiento sistémico, que permite analizar las interconexiones entre los diferentes elementos de un problema complejo. Este artículo es introductorio al pensamiento sistémico en su entendimiento de las «Interconexiones e Interdependencias» y su «Pensamiento Holístico». En posteriores entradas, abordaré más elementos del pensamiento sistémico y su relación con el Strategic Complex Design (SCD).
Una cascada trófica es el proceso ecológico que ocurre cuando un cambio en la población de un depredador en la cima de la cadena alimentaria provoca una serie de efectos en cadena que repercuten a través de todo el ecosistema. Dicho de otra manera, es cuando la influencia de los depredadores no solo se manifiesta en las especies que cazan, sino que también afecta indirectamente a múltiples niveles del ecosistema, desde los herbívoros hasta las plantas y, en algunos casos, incluso a la geografía misma.
El concepto de «cascada trófica» fue formalmente desarrollado en la década de 1960 por el ecólogo Robert Paine, quien realizó experimentos clave en las costas del Pacífico de los Estados Unidos. Este concepto ha sido fundamental para la ecología moderna, demostrando que los ecosistemas no son sistemas aislados de partes independientes, sino redes complejas e interdependientes donde pequeños cambios pueden desencadenar grandes transformaciones a lo largo de toda la cadena alimentaria.
Un ejemplo clásico de este fenómeno es lo que ocurrió en el Parque Nacional de Yellowstone cuando se reintrodujeron lobos en 1995. Los lobos habían estado ausentes durante 70 años, y durante ese tiempo, la población de ciervos había crecido sin control. Aunque los humanos intentaron regular su número, los ciervos habían consumido gran parte de la vegetación del parque. Sin depredadores naturales, los ciervos redujeron el paisaje a casi nada, dejando poco espacio para que otras especies prosperaran.
Cuando los lobos volvieron, a pesar de ser pocos, sus efectos fueron asombrosos. No solo redujeron la población de ciervos mediante su caza, sino que también transformaron su comportamiento. Los ciervos empezaron a evitar áreas como los valles y gargantas, lugares donde podían ser atrapados fácilmente. Esto permitió que la vegetación en esas zonas comenzara a regenerarse rápidamente. En algunos lugares, la altura de los árboles se quintuplicó en solo seis años. Áreas que antes eran valles desnudos se convirtieron en bosques de álamos, sauces y chopos.
Con la vuelta de los árboles, llegaron las aves. El número de aves aumentó considerablemente. También lo hicieron los castores, que usan los árboles para construir presas, creando hábitats para otra gran variedad de especies, incluyendo nutrias, patos, peces y anfibios. Además, los lobos redujeron la población de coyotes, lo que provocó un aumento en el número de conejos y ratones, lo que a su vez benefició a halcones, comadrejas, zorros y tejones.
Aunque sorprendentes todos estos efectos, la mayor sorpresa vino al comprobar que la reintroducción de un número pequeño de lobos no solo afectó a la fauna, sino también a la geografía física del parque. Los ríos comenzaron a cambiar, había menos meandros y menos erosión, los canales se estrecharon y se formaron más piscinas naturales, creando hábitats ideales para la vida silvestre. Esto se debió a que los bosques regenerados estabilizaron las riberas, reduciendo el colapso de las mismas y fijando los ríos en sus cursos. Lo que comenzó como la reintroducción de unos pocos lobos terminó provocando un cambio sistémico que restauró el equilibrio del parque en su totalidad. Podemos imaginar un ecosistema como una compleja red de interacciones, donde cada especie desempeña un papel en el equilibrio general del mismo.
Un cambio en un elemento clave de un sistema complejo puede desencadenar una serie de efectos en cascada completamente imprevisibles. El ejemplo de la reintroducción de lobos en Yellowstone muestra claramente uno de los principios del pensamiento sistémico, que considera a los elementos dentro de un sistema como partes interrelacionadas de un todo complejo. Con el pensamiento sistémico, nos centramos en la búsqueda de patrones, relaciones y flujos que expliquen el comportamiento, o misión, del conjunto.
Este enfoque es esencial para entender fenómenos como las cascadas tróficas, pero también es crucial para la resolución de problemas complejos. A diferencia de enfoques más lineales o reduccionistas (como el pensamiento categórico), que tratan de descomponer los problemas en partes aisladas, el pensamiento sistémico permite entender cómo los diferentes componentes de un sistema interactúan y se influencian mutuamente. Esto es especialmente importante en problemas donde las soluciones no son obvias y las acciones pueden tener consecuencias inesperadas.
El pensamiento sistémico es una herramienta poderosa de Strategic Complex Design (SCD) para afrontar problemas complejos, ayudando a mostrar una imagen completa y facilitar el diseño de intervenciones con múltiples dimensiones e interacciones en un sistema complejo. El pensar en sistemas nos permite ir más allá de una simple relación causa-efecto y apreciar los elementos, las interconexiones y el propósito de un sistema.
Los elementos son las partes individuales que conforman un sistema. Estos elementos pueden ser tangibles, como las máquinas en una fábrica, o intangibles, como las ideas dentro de una organización. Cada elemento juega un papel específico dentro del sistema, contribuyendo a su funcionamiento general. Por ejemplo, en el ecosistema del Parque Yellowstone, tras la reintroducción de los lobos, los elementos principales serían los lobos como depredadores, los alces como sus presas, y los castores, cuyos diques crean hábitats para otras especies.
Las interconexiones son las relaciones y los vínculos que existen entre los elementos de un sistema. Definen cómo interactúan estos elementos y cómo se influyen mutuamente. Estas interconexiones pueden ser físicas, como las carreteras en un sistema de transporte, o informativas, como la comunicación en un equipo de trabajo. Siguiendo con el ejemplo de Yellowstone, los lobos, al cazar alces, regulan su población e influyen en su comportamiento, lo que a su vez impacta en la vegetación del parque. La disminución de la presión de los alces sobre los árboles permite la regeneración de sauces, álamos y chopos, favoreciendo la actividad de los castores y la creación de humedales.
El propósito de un sistema es su razón de ser, el objetivo que persigue. Es lo que define la función del sistema en su totalidad. El propósito puede ser explícito, como generar beneficios en una empresa, o implícito, como mantener el equilibrio en un ecosistema. En nuestro ejemplo del Parque Yellowstone, el propósito de quienes impulsaron la reintroducción de los lobos fue mantener un equilibrio dinámico que asegure la salud y la biodiversidad del ecosistema del parque. La reintroducción de los lobos actuó como un catalizador que desencadenó una serie de cambios positivos en cascada. Entender y diseñar un buen propósito en un sistema demuestra la importancia de cada elemento en el sistema y sus interconexiones en su funcionamiento global.
En la relación entre estos dos elementos del pensamiento sistémico, su aplicación a problemas complejos y la práctica del Strategic Complex Design (SCD), los principales elementos en los que personalmente me centro en trabajar son:
Al igual que un mapa nos ayuda a visualizar un territorio, el mapa de un sistema nos permite hacer tangibles las diferentes partes, elementos, interconexiones y propósito, de mánera más comprensible. A través del “Visual Sensemaking” creamos estas representaciones visuales de información compleja.
Visual Sensemaking se basa en la idea de que nuestro cerebro procesa la información visual de forma más rápida e intuitiva que la información textual. Al emerger visualmente un sistema, nos permite identificar sus puntos críticos, las áreas donde una posible intervención tendrá el mayor impacto y también podemos prever cómo un cambio en una parte puede afectar al conjunto.
Utilizamos el Visual Sensemaking para:
Tuve la enorme fortuna de asistir, en La Nave Nodriza, a un taller impartido por Elizabeth Pastor, experta en Visual Sensemaking, que me ayudó tremendamente a comprender situaciones complejas y poder representarlas de forma nueva e inclusiva mediante visualizaciones.
Abordar problemas complejos mediante Complex Design no siempre ha de implicar grandes revoluciones o cambios radicales. A menudo, nos enfocamos en identificar cambios incrementales dentro de un sistema existente que generen un impacto significativo y previsto. En lugar de rediseñar todo un sistema desde cero, buscamos pequeñas modificaciones que, como fichas de dominó, desencadenen una serie de efectos positivos.
Ventajas de un enfoque incremental:
En Strategic Complex Design (SCD), utilizar ciclos como «Build, Measure and Learn» que nos permite navegar por entornos de alta incertidumbre para problemas complejos. La clave está en la experimentación constante: se trata de probar hipótesis, medir los resultados y aprender de la retroalimentación. Este aprendizaje nos permite iterar y mejorar de forma continua, identificando qué cambios incrementales generan mayor valor.
En estos ciclos de «Build, Measure and Learn», recomiendo el uso del Story Circle de Dan Harmon, que aunque se utiliza principalmente en la escritura de guiones, ofrece una estructura narrativa adaptable al diseño de intervenciones en sistemas complejos. En sus ocho etapas, nos permite construir una historia en forma de guión desde una zona de confort hasta una transformación fundamental en un elemento y sus interconexiones.
En Strategic Complex Design (SCD), no solo se trata de comprender conexiones y diseñar intervenciones, también debemos facilitar la implantación de las mismas a través de la comunicación y la colaboración entre las personas que forman parte del diseño de la intervención. Proporcionar una comunicación eficiente de la intervención en el sistema y anticipar sus esperadas dinámicas positivas y negativas permite una mejor alineación de las personas dentro del entorno del reto.
Strategic Complex Design (SCD) prioriza la comunicación eficiente por varios motivos:
La solución más eficiente de este plan de comunicación es la Comunicación No Violenta (CNV). Esta tipo de comunicación fortalece la colaboración y la comprensión mutua a través de cuatro pilares fundamentales:
El pensamiento sistémico nos invita a comprender las interconexiones y diseñar intervenciones que generen un impacto positivo en sistemas complejos. El diseño es intención, sin intención bien informada solo tenemos felices o infelices accidentes. La intervención diseñada en la reintroducción de los lobos en Yellowstone desencadenó una cascada de cambios que revitalizó el ecosistema.
Resumen de este primer post de System Thinking y Strategic Complex Design (SCD):
Los lobos en Yellowstone nos recuerdan la interconexión de todos los elementos de un sistema. Tener herramientas que nos permitan actuar con conciencia, responsabilidad y creatividad para construir un futuro más intencional, más informado y mejor.